Por: El Resortes
Mientras San Pablo del Monte atraviesa una preocupante ola de violencia que mantiene en zozobra a sus habitantes —con asesinatos, robos, balaceras y asaltos al alza— la diputada local Ana Bertha Mastranzo Corona ha optado por el camino más cómodo: posar para la foto, echarle porras a su dirigencia nacional y abandonar, una vez más, las calles que prometió representar.
Durante su campaña, la legisladora morenista se proclamó “la voz del pueblo”, pero una vez instalada en el Congreso del Estado, su presencia se volvió tan escasa como sus resultados. Su gestión legislativa ha sido calificada por vecinos, militantes y analistas como floja, improductiva y completamente desconectada de las necesidades urgentes de San Pablo del Monte.
El malestar social alcanzó nuevos niveles tras la reciente visita a Tlaxcala de Luisa María Alcalde Luján, presidenta nacional de Morena. Ahí, Mastranzo Corona no dudó en formar parte del acto protocolario, tomarse la foto oficial y rendirle honores a la dirigencia nacional del partido. “Fue a hacer reverencias mientras aquí no da la cara. Es una diputada ausente que sólo aparece cuando hay reflectores”, denunció un habitante del barrio de San Nicolás, cansado de la simulación política.
Y es que los cuestionamientos no se limitan a sus ausencias. Diversos ciudadanos y militantes del propio Morena han señalado que Mastranzo ha respaldado iniciativas controvertidas sin someterlas a discusión ni consulta con la base. “Dice representar al pueblo, pero sólo vela por sus propios intereses. Se convirtió en parte del sistema que el partido dice combatir”, acusó un consejero estatal, quien prefirió mantener el anonimato por temor a represalias.
Lejos de gestionar recursos, proponer reformas con impacto social o siquiera mantener contacto con las comunidades que la eligieron, la diputada ha mantenido un perfil gris y sin resultados. En San Pablo del Monte, no hay obras impulsadas por su gestión, ni programas sociales promovidos por su oficina. Tampoco hay audiencias públicas ni comparecencias para rendir cuentas.
“En campaña venía a prometer que sería nuestra voz, pero ahora no la volvimos a ver. No atiende, no visita las comunidades, no da respuestas. Nos dejó en el abandono”, señaló una vecina del barrio El Cristo, visiblemente molesta.
Ante este panorama, voces dentro y fuera del partido ya analizan escenarios de exigencia política. Algunos han planteado la necesidad de exigir su comparecencia pública, mientras que otros sugieren iniciar un proceso formal de revocación de mandato por incumplimiento con el electorado.
Lo cierto es que mientras la violencia crece y la desesperanza se instala en los hogares de San Pablo del Monte, la diputada prefiere el aplauso fácil y la obediencia partidista, antes que enfrentar los problemas reales de su gente.
La presión social va en aumento, y el desencanto ciudadano comienza a traducirse en exigencias concretas. El tiempo corre, y Ana Bertha Mastranzo tiene cada vez menos margen para justificar su improductividad. Porque en política, las fotos no bastan. Y en los barrios del sur de Tlaxcala, la paciencia se agota.
