Los dulces típicos mexicanos, que durante décadas formaron parte de la vida cotidiana y marcaron la infancia de varias generaciones, hoy en día han perdido presencia frente a la amplia oferta de productos industrializados.
Obleas, cocadas, el famoso chupirul, alegrías y tamarindos son algunos de los sabores que en su momento se encontraban en las plazas, ferias y tiendas de barrio, pero que poco a poco han dejado de consumirse con la misma frecuencia.
Comerciantes y artesanos dulceros señalan que la modernidad, los cambios en los hábitos alimenticios y la preferencia de los jóvenes por productos procesados han relegado a los dulces tradicionales, aunque aún persisten como parte de la identidad cultural y gastronómica del país.







