El festejo inoportuno: por qué el 19 de noviembre merece reflexión, no pastel

 

Por Sandra Moreno Quintanilla

Cada 19 de noviembre, las redes sociales repiten la misma escena: hombres cabizbajos, memes irónicos, quejas por un Día Internacional del Hombre que, según ellos, “no recibe su pastel”. Pero, ¿realmente eso es lo que más importa?

No se trata de menospreciar los objetivos del DIH —la salud mental masculina, la construcción de roles positivos—, sino de ponerlo en perspectiva. Equiparar ese día con el 8 de marzo es olvidar la historia. El 8M y las huelgas feministas no son celebraciones. Son gritos de alerta, banderas de resistencia frente a siglos de desigualdad y violencia. Mientras millones de mujeres y niñas viven con miedo permanente, la insistencia en un festejo con pastel suena a reclamo de privilegio, algo que vuelve a repetirse en nuestra sociedad.

*No es un festejo, es una reflexión*

El 8M nace de luchas que costaron vidas, libertad y dignidad. Mujeres que exigían el derecho al voto, a la educación, a la autonomía económica fueron ignoradas, silenciadas y castigadas. En la mayoría de contextos históricos, los hombres accedían a derechos básicos vetados a las mujeres solo por su condición de varones. Ignorar esta diferencia histórica simplifica la lucha feminista a un “día festivo”, lo que es injusto para quienes aún pagan el precio de esa desigualdad.

El DIH puede tener valor, pero no debe confundirse con una reivindicación equiparable a la violencia estructural que enfrentan las mujeres. Hacerlo borra la memoria de luchas históricas y minimiza el dolor real de millones de mujeres y niñas.

*Cuando el chiste duele*

Los memes donde un hombre solitario lamenta su “falta de celebración” son absurdos frente a la realidad. Pensemos en México: durante el primer semestre de 2023, más de 10,000 mujeres fueron atendidas por violencia de género, según la Red Nacional de Refugios.
El SESNSP reportó 827 feminicidios en 2023, un promedio de más de dos al día. Tlaxcala tuvo una tasa de 1.92 feminicidios por cada 100,000 mujeres, superior al promedio nacional.

Pero las cifras no cuentan toda la historia. La revictimización —esa sombra silenciosa— golpea más fuerte que cualquier sentencia. Una menor que logra que su agresor sea condenado debe enfrentarse a la incredulidad del entorno, al bullying escolar, al miedo diario. Ese es el verdadero costo, el que ningún pastel puede compensar.

*La energía social malgastada*

Si una menor se siente rota por contar una violación, ¿de verdad la energía social debe centrarse en si hay pastel o no para el Día del Hombre? La insistencia en celebrar ese día revela un privilegio: mientras se debate sobre torta y memes, las víctimas siguen esperando justicia, apoyo y protección.

La prioridad debe estar clara: exigir celeridad en procesos judiciales para que las víctimas no vivan años en espera ni bajo el terror de un agresor libre. Activar protocolos de apoyo integral, desde asistencia legal hasta apoyo psicológico, sin que los costos sean barreras. Y romper la cultura de incredulidad social, esa que acusa a la víctima de provocar o mentir. También es fundamental que los gobiernos asuman su responsabilidad en la protección y atención efectiva.

*Invitar a los hombres a sumarse, no a competir*

Que haya un día para reflexionar sobre la masculinidad no es negativo. El problema es convertir ese día en una competencia simbólica con una lucha histórica que sigue siendo vital. El reto real es que los hombres se unan a construir una sociedad más justa, que acompañen, escuchen y respeten, sin reclamar protagonismo ni exigir recompensas.

Si hablamos de hombres, hablemos de responsabilidad. Que el 19 de noviembre sirva para cuestionarse: ¿qué harás desde tu lugar para apoyar la igualdad y el respeto? ¿Cómo contribuirás a que mujeres y niñas vivan sin miedo? No basta con palabras; se requieren acciones concretas como creer a las víctimas, cuestionar bromas machistas o revisar comportamientos propios.

Que el pastel quede de lado. Lo que hace falta es justicia, empatía y acción. El 19 de noviembre no debería ser un día de lamentos, sino un recordatorio de todo lo que falta para que todas las personas que habitamos este mundo, hombres y mujeres vivamos como iguales.

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