El encendido del árbol navideño no solo quedó marcado por robos a plena luz pública: se convirtió en la prueba más contundente del fracaso del Ayuntamiento para garantizar orden, presencia y autoridad. La delincuencia actuó sin freno, mientras el gobierno municipal observaba sin capacidad de respuesta.
Lo ocurrido no es un incidente aislado. Es el reflejo de una administración debilitada, rebasada y desconectada de la realidad que viven las familias del municipio.
Seguridad desmantelada, autoridad ausente
Los robos registrados a escasos metros del acto oficial expusieron la gravedad del problema:
una policía sin mando, sin reacción y sin instrucciones claras.
La inacción durante un evento público masivo demuestra que la estrategia de seguridad no existe o está completamente rota, dejando al municipio a merced del crecimiento de la inseguridad.
Un gobierno que perdió el control
La falta de operativos, de protocolos y de atención inmediata tras los hechos deja en evidencia que el Ayuntamiento ha perdido la conducción política y operativa del municipio.
El mensaje que quedó ante todos fue claro:
no hay liderazgo, no hay orden, no hay capacidad de gobierno.
Exigencia política y ciudadana: asumir responsabilidades ya
El episodio del encendido navideño no puede ser minimizado ni maquillado. Representa un punto de inflexión para la administración municipal.
La ciudadanía exige decisiones firmes, cambios profundos y resultados reales.
Porque en política, cuando un gobierno es incapaz de cumplir la función básica de proteger a su gente, la responsabilidad no se delega: se asume o se abandona el cargo.
Apetatitlán merece rumbo, no excusas
La noche que debía marcar el inicio de la temporada navideña terminó revelando algo más serio:
un municipio sin rumbo, una seguridad colapsada y una administración que ya no controla ni los eventos que organiza.
El mensaje político está sobre la mesa:
Apetatitlán necesita decisiones, liderazgo y un gobierno que realmente gobierne.
