Por: Raquel Padilla
Todos los días procuro revisar mis redes sociales para enterarme de los acontecimientos que están pasando alrededor del mundo.
Protestas, feminicidios, violencia policiaca, desplomes de la bolsa de valores, pronósticos llenos de desesperanza sobre la pandemia, muerte, una nota sobre Kylie Jenner, escándalos de la realeza, más muerte, el último tropiezo de nuestro presidente (Bueno, en realidad de casi cualquier presidente del mundo) y si… más tragedias.
Pareciera ser que todos los días ocurren más y más situaciones trágicas que nos hacen preguntarnos “Vaya ¿Ahora qué?” Como si no fuese suficiente con la pandemia del COVID-19 y la cuarentena en la que hemos vivido los últimos 80 días tenemos que afrontar un clima político, social y económico inestable e inseguro en el exterior.
Las redes sociales están plagadas de memes y chistes sobre cómo cada mes pasan más y más situaciones deplorables que solo indican una cosa: es el fin del mundo.
Y según mi perspectiva, si. Es el fin del mundo, al menos como lo conocíamos. No es que de repente hayan surgido tantas situaciones al mismo tiempo de la nada.
La muerte de George Floyd, un hombre afroamericano de 46 años asesinado por la policía de Minneapolis Massachussets, no fue lo que originó el estallido social en contra de la brutalidad policiaca en Estados Unidos o el debate global en contra del racismo sistemático que existe en la mayoría de los países desde sus orígenes (incluyendo a México).
Lo que propició esta situación, lo que encendió la llama fue que; en un mundo paralizado con millones de personas atrapadas en sus hogares debido a una pandemia mundial, cuya única ventana al exterior son las redes sociales y el internet, las malas noticias y las situaciones de injusticia son imposibles de ignorar.
Antes, solíamos refugiarnos en nuestra cotidianidad, en la escuela, el trabajo, la familia, los amigos, los servicios de entretenimiento, entre otros. Así, no teníamos que formar parte de ningún debate si no queríamos, siempre existía un lugar seguro donde refugiarnos del caos que existe más allá de lo que me pasa a mi y generalmente solo nos involucramos con problemáticas que nos afectan a nosotros de manera directa.
Hoy, la conciencia social de toda una generación está despertando, quizá gracias a la globalización y el internet que permite despertar nuestra empatía, quizás porque no tenemos otra mas cosa que hacer que observar tantas injusticias que suceden día con día.
Pero algo es seguro, este mundo ha cambiado, ha llegado su fin y hoy nosotros somos los protagonistas, quienes tenemos el poder de decidir si queremos construir un mundo mejor o seguir viendo noticias llenas de desesperanza en un mundo estático, que nunca cambia.