Las malas prácticas de los uniformados, constitutivas de delito, se manifiestan por el uso indebido de sus atribuciones, recursos a su resguardo, o información con el objeto de obtener provecho económico o de otro tipo, así como avances en la carrera profesional, asignaciones de vehículo e incluso fines políticos cuando sirven a sus mandos o custodian funcionarios así como a sus propiedades. Estos malos hábitos frecuentemente son el soborno, el chantaje (reteniendo los documentos o placas), o el uso selectivo de la persecución, investigación o arresto de terceros, especialmente foráneos.
De acuerdo con datos publicados en MILENIO este 21 de junio, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) en el rubro de incidencia de corrupción, califica al estado con una evaluación donde el 84.6 por ciento de la población afirma que la corrupción es de práctica común en la policía; esa institución que en crisis pasadas, tales como los sismos, apoyaron hasta el extremo de ser parte de esa historia de esperanza que nos legó por medio de la solidaridad un poderoso mensaje para la sociedad contemporánea debido a la dedicación y entrega bajo un esquema de sana convivencia y paz social. Actualmente, pese a la crisis económica por la falta de fuentes de empleo, algunos oficiales se convierten en feroces verdugos de ciudadanos que tienen la mala fortuna de toparse con estos policías que –pescan en pecera- sin más objetivos específicos que infraccionar a quien se les ponga en su camino así como en los retenes que a su arbitrio instalan en los accesos a las cabeceras municipales.
Cada día se invierten grandes sumas para encumbrar la imagen de la policía; durante este sexenio si se lograran auditar tales erogaciones equivaldrían a casi el monto de lo gastado en combustibles; el culto a la personalidad es una lucha de egos que amamanta, confiere impunidad y seguridad en el desempeño de los arrogantes uniformados ante la influencia de las medidas adoptadas desde el Gobierno Federal, como la inclusión de la Guardia Nacional.
Pero si bien es cierto que la policía se ha profesionalizado logrando notables avances en la función de su competencia para beneficio de la sociedad (y buenos salarios), aún persisten viejas prácticas en vialidad con nuevas modalidades en demérito de los automovilistas que llegan a caer en su estratagema con resultados que socavan la costosa imagen publicitaria; falta humanismo o los apetitos caen hacia la desmesura sobre los entornos frágiles: la ciudadanía común.