Por Alberto Jordan
Dicen que en Tlaxcala todo vuelve. Y quien lo confirma es el exdiputado José Luis Garrido Cruz, que ha decidido reinventarse, otra vez, como el nuevo profeta de la honestidad política, presentando su flamante proyecto “Construyendo Sociedades en Paz”.
Sí, el mismo Garrido que ya intentó fundar un partido y terminó con el registro desechado por el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE), luego de que se detectaran anomalías, firmas dudosas y documentos con más tachaduras que un cuaderno de secundaria.
Ahora, el exlegislador asegura que su movimiento nace para “reconstruir el tejido social” y “promover los valores”. Nada mal para alguien que ha hecho de la política un escenario de discursos impecables… aunque la práctica no siempre le haya seguido el paso.
El autoproclamado defensor de la paz y la transparencia promete devolver la confianza en la política. Pero cuesta trabajo creerlo cuando su hoja de vida pública se parece más a una novela de enredos políticos que a un manual de ética ciudadana.
Garrido habla de “unidad” mientras intenta despegarse de los mismos vicios que lo persiguen desde su paso por el Congreso local. Y ahora, vestido con el ropaje del “ciudadano ejemplar”, busca convencer a los tlaxcaltecas de que esta vez sí, por fin, viene con las manos limpias y las firmas auténticas.
En su discurso abunda la palabra “paz”. Tal vez la paz de quienes olvidan convenientemente los expedientes que los alcanzaron. O quizá la paz que otorga el tiempo cuando uno confía en que la memoria colectiva es corta.
El problema es que en Tlaxcala la gente recuerda. Y aunque el exdiputado cambie de nombre, de eslogan o de color político, hay cosas que no se lavan ni con diez campañas de moralidad.
“Construyendo Sociedades en Paz” suena bonito, sí. Pero si la base del proyecto es la simulación, lo más probable es que lo que terminen construyendo… sea otra historia de papel reciclado.
