Por: Lourdes Flores
En un giro inesperado y sorpresivo para muchos la Senadora Ana Lilia Rivera pulsó el botón de encendido a la sucesión de gobierno.
Lo hizo el fin de semana pasado cuando en un desayuno con medios presentó parte de su nueva imagen.
La oriunda de Calpulalpan, mostró que va en serio en sus aspiraciones por convertirse en la sucesora de Lorena Cuéllar.
Quien, por cierto, a las pocas horas del destape oficial de la Senadora Rivera, salió a presumir a varias corcholatas en la mesa.
Pese al intenso cuestionamiento que medios le hicieron a la Senadora sobre su relación con Lorena Cuéllar, ésta no soltó prenda y dejó clara su estatura política y manejo discursivo.
Reiterando por qué ocupó en la legislatura pasada, la Presidencia de la Mesa Directiva del Senado Mexicano.
Le preguntaron sobre el Metepantle y esta suerte de plagio del gobierno estatal, firme mostró el reconocimiento de la FAO recibido en Roma.
Le preguntaron de su enemistad con la gobernadora y, sonriente, dijo que ella es Senadora de la República y que no tiene problemas con nadie.
Le preguntaron sobre su aspiración de gobernar y, cálida, agradeció la presencia de los más de cien medios que fueron convocados.
Le cuestionaron su distancia con el pueblo de Tlaxcala y, efusiva, habló del trabajo con campesinos, de sus asambleas de apoyo a Claudia Sheinbaum y de las más de 10 reformas que ha impulsado desde el Senado.
Ana Lilia Rivera demostró lo que pocas veces se consigue, que su trabajo está en tierra, es real y nadie se lo regaló.
Pero también, que, a diferencia de lo que muchos piensan, se está preparando para gobernar un estado. Un estado gobernado hasta hoy solo por cinco familias.
La apuesta es grande, pero ella, ya comenzó el camino.
De inicio hablando de defender para los tlaxcaltecas lo que es de Tlaxcala.
