Tianguis sabatino: bomba de tiempo mientras autoridades vacacionan

“El que se fue a Sevilla, perdió su silla”, reza el refrán original que nos trajeron los invasores ibéricos que llegaron al continente a finales del siglo XV. La ambición desbordada por conquistar mediante la invasión, práctica que hasta nuestros días prevaleció desde la práctica del infantil juego de canicas (hoy extinto por la tecnología), hasta las actividades cotidianas como el acto de estacionarse, vender mercancías en espacios y por encima de todo, el ejercicio de la quinta esencia del dominio territorial: la política.

Este sábado, después de 12 semanas de prohibirles vender so pretexto de la pandemia y la sana distancia, la autoridad municipal permitió –vía sus líderes- establecerse al cincuenta por ciento de los denominados giros no esenciales como ropa, enseres y otros. Un buen número se estos comerciantes pudieron percatarse de que varios comerciantes del giro de legumbres y frutas han invadido de manera ventajosa inclusive con sus vehículos espacios que no les corresponden con el fin de duplicar sus ventas, llegando al exceso de acomodar a sus familiares y empleados en los espacios invadidos con mercancías, para ocupar más del doble de metros del asignado en el padrón de sus representantes y plano de la administración del mercado municipal.

Estos hechos han generado un clima de efervescencia y un posible connato de violencia ante la ausencia del personal tanto de la administración del mercado como del área de Servicios Municipales quienes brillan por su ausencia, lo que ha generado la anarquía, el abuso y el descontento de quienes ahora han sido invadidos en sus lugares; al parecer los comerciantes típicamente voraces e invasores se han dado cuenta que para producir no se necesita autorización de quien No produce NADA.

Ante todo, está la queja manifiesta de los miles de consumidores que cada semana acuden a realizar sus compras semanales en lugares sin ningún control sanitario por parte de elementos de Coeprist, porque ellos son burócratas y NO TRABAJAN los sábados, de igual modo ocurre con el personal de la PROFECO, ante cuya ausencia, gran número de vendedores ocultan las básculas con el fin de ROBARLE al comprador un cuarto por cada kilo; esta es una práctica tan común como arcaica que ha prevalecido por la complicidad de las mencionadas autoridades.

“Dar a cada uno lo suyo” decía Spinoza, debiera ser el punto de partida del personal del ayuntamiento que encabeza la presidente Anabell Ávalos Zempoalteca, pero todo indica que la actual prioridad consiste en afinar los planes operativos de la campaña que se avecina en pos de la nueva búsqueda que asegure la permanencia en el poder así como la impunidad ante los desvíos ejercidos.

El fin de la ética no es, por lo tanto lograr que el hombre escoja el bien, ya que no es una ciencia práctica; es una ciencia teórica que describe cómo es la felicidad humana, ya que si el individuo vive a expensas de sus propias percepciones, estará esclavizado a sus pasiones y su ambición desbordada, especialmente cuando la autoridad es un débil recurso ausente ante los hechos de la vida diaria donde cada uno tiene su propia realidad; en política, dice Nietzche que esta es una herida narcisista que nos enfrenta de continuo con nuestra propia mediocridad.