Con una extensión aproximada de una hectárea, ubicado a pocos metros del centro de la capital, representa una terminal opcional para la población que converge a la ciudad desde puntos tan distantes como el Carmen Tequexquitla, por la línea de autobuses ATAH; más de 30 rutas usan este espacio para carga y descarga de pasajeros. Adicionalmente se establece acá un sitio de camionetas que realizan servicio de mudanzas locales y foráneas. Además en la periferia se instalan numerosos puestos dedicados a la venta de los productos más variados: desde CD´s de música reproducida de manera estruendosa, material eléctrico, plantas, bisutería, hasta una inmensa gama de alimentos que abarcan desde fruta picada a la intemperie sin ningún control sanitario debido a que esta área carece de drenaje adecuado, además no existe ninguna toma de agua.
Puede encontrar tacos de carne asada, de carnitas, café, bebidas, lonches, tamales y por la tarde se instalan los carros de tacos que antes se ubicaban en el callejón de Allende, antaño conocido popularmente como el “Callejón del hambre”.
Este desordenado espacio comercial que opera los 365 días del año, es un mundo aparte, botín de servidores del Ayuntamiento, policía municipal, inspectores de Coeprist y hasta los de SECTE emboscan a su arribo a los choferes de las rutas de combis procedentes de la zona de la Central Camionera ubicada en la Loma; todos ellos fueron <<convidados al banquete de la abundancia cuando la mesa estaba ya servida>>.
Es indiscutible que un interés económico apasiona, pero no toda pasión es resultado de un interés económico; me refiero desde luego, no a las pasiones individuales, sino a las búsquedas colectivas cuando asumen el papel como factores de utilitarismo político: todos los puestos de vendimia fueron visitados durante la campaña para a cambio del voto por la actual alcaldesa Anabell Ávalos Zempoalteca, dejarlos operar con indulgencia durante su mandato –representaban votos- ; la visita jamás se repitió.
Si la razón del voto no es por sí sola una fuerza para promover los acontecimientos sociales que aportaron –por la vía de sus líderes- al triunfo en las urnas, por el control de este sector, se tiene el derecho de atribuir ciertos cargos históricos al influjo de la pura manipulación sin que intervengan para nada los intereses propiamente dichos de los comerciantes.
Los empleados del Ayuntamiento son mercenarios, no individuos de trabajo, tuvieron que explotar sus nuevos dominios, por eso el comercio en esta explanada no tiene el significado de un bien para librarse de la necesidad, sino de un oprobio que se sufre en beneficio de los amos, que no son individuos ingenuos, sino entes con apetitos bien desarrollados para los cuales el acopio de bienes y recursos (como los ingresos de los sanitarios) para la administración del mercado es una exigencia vital que aprovecha la voluntad e iniciativa de los comerciantes y choferes; acá el sustento no se obtiene ya mediante el trabajo, sino merced a un privilegio injusto (por el Covid- 19) para explotar a los de abajo. Se estima que tan solo ATAH aporta más de 15 mil pesos al mes –son más de 30 rutas-, de estas aportaciones no se ha mencionado nada en los informes anuales. Como dijo el Ejecutivo la semana pasada, “..hay que seguir la ruta del dinero”.
El negocio del usufructo de los espacios es un monopolio clásico del Ayuntamiento que viene de paso para allegarse una fortuna para su ulterior ascenso político; han tenido buen cuidado de evitar que de otras partes cayeran a este su feudo hombres o ideas que pudieran agitar aquellas aguas estancadas y a este ritmo se han conservado en este espacio hasta nuestros días; pudiéndose observar que la vida de los vendedores se desliza con una lentitud semejante a la inmutabilidad de los pueblos sometidos, ya que a varios que ejercen los giros –no esenciales- los vetaron casi 3 meses con el argumento de la actual pandemia.