El probable desvío de recursos públicos con fines partidistas y el abuso del poder por parte de los consortes Gutiérrez-Martínez han sido un secreto a voces en el Ayuntamiento de Apetatitlán. La reprobación de su cuenta pública, evaluándolo como el ente fiscalizable más bajo, indica que pronto enfrentarán las consecuencias de sus acciones.
Las prácticas deshonestas del nuevo PAN, como el derroche de recursos en posadas, electrodomésticos y clausuras con patrocinio de los ciudadanos de Apetatitlán, bajo la administración del alcalde Angelo Gutiérrez, evidencian la corrupción que lo caracteriza. Es urgente que estas acciones tengan consecuencias legales.
Pero los problemas no se limitan al Ayuntamiento de Apetatitlán. Incluso en la dirigencia blanquiazul, se ha generado un ambiente tóxico, con colaboradores esperando hasta dos meses para recibir sus pagos y quedando en deuda con ellos. Además, la dirigente estatal ha convertido el comité directivo estatal panista en una sucursal del Ayuntamiento, donde el personal tuvo que asumir roles ajenos a su trabajo en la reciente feria.
La estrategia de la dirigencia blanquiazul ha sido cuestionable, al comprometer al panismo tlaxcalteca con personajes desleales.
Apadrinar a Alfredo Ricalday, quien ha operado en contra del candidato panista a la presidencia municipal de Yauhquemecan, y Julio César Hernández Mejía, expresidente municipal de Apizaco, que se reúne con grupos opositores a Acción Nacional, ha dividido y debilitado al partido.
Con estos problemas de corrupción, abuso del poder y deslealtades, el nuevo PAN se encuentra en un proceso de desmoronamiento. Es necesario abordar estas cuestiones de manera urgente para preservar la integridad y el futuro del partido.