Crónica-. CHIAUTEMPAN “ROMPE” CUARENTENA: SIN FILTROS SANITARIOS, POCA SEGURIDAD Y MUCHA, MUCHA GENTE

Domingo 24 de mayo de 2020, 10:30 horas; Tianguis del mercado Carlos Salinas, Chiautempan/ Tlaltelulco.

Es un bello día soleado en Chiautempan, las calles lucen atestadas de vehículos, al descender del transporte me pierdo en mi apreciación del tiempo: el ambiente se percibe festivo, mucha gente, familias, vendedores (8 de 10 NO usan cubreboca). Juraría que es sábado de gloria.

Únicamente noto la presencia de dos policías: uno que dosifica el tráfico del autotransporte que procede del centro y una oficial que saborea su agua de fruta mientras controla el afluente que proviene de la vía corta esto sobre la ampliación de la Av. Ignacio Picazo sur.

En ausencia de filtros sanitarios me introduzco por el pasillo pletórico de bullicio y familias que realizan sus compras de la semana; llego a la calle que corre paralela a la vía del ferrocarril y noto el crecimiento monstruoso que hasta hoy ha experimentado este mercado, resultado de que gran parte de la población no tiene trabajo, aprovechan para rematar algunas de sus pertenencias con el fin de llevar algo de dinero a sus familias. Acá es posible encontrar de todo, desde ropa, cosméticos, muebles, herramientas, hasta una moto marca -Robertson- . Los puestos de comidas típicas lucen como en época de esplendor: saturados de viandantes y familias. Me encuentro absorto examinando un libro en un puesto frente a la vía, cuando a escasos metros a mis espaldas de súbito se detiene un Tsuru blanco de modelo atrasado del que descienden tres jovenes , el copiloto, pese al calor, viste una sudadera con gorro, bajo el cual al igual que los otros dos, llevan cachuchas; los tres ostentan tatuajes sobre sus brazos. El que está al volante del Tsuru blanco de forma parsimoniosa, delectante, calculada, fuma su cigarro de mota; disfruta su trabajo.

Los tres se dirigen rápidamente hacia un joven de buenas prendas que se encontraba esperando a sus familiares con su bolsa de mandado, sentado y atento a su celular con los audífonos puestos. Los dos primeros se le abalanzan a golpes y patadas mientras el tercero con precisión quirúrgica, cronometrada le arrebata el celular y le quita el reloj mientras los otros lo bolsean. Tan rápido como llegaron se van hacia la vía corta. No transcurrió ni un minuto; descubro la causa: No hay vigilancia. Regreso apurado apretujando mi cámara en la mochila y como a cien metros una mujer delante mío comenta el robo a los ocupantes de una descuidada patrulla municipal que se encuentra estacionada ante el puesto de tacos frente a la vía del tren. La respuesta del policía es típica: “órita vemos”. Cruzo el tianguis en retirada, y, justo antes de salir, encuentro a un grupo mixto de seis policías, todos de miradas torvas, (pues se saben armados) disfrutando de las especialidades culinarias del lugar sin temor por ser obesos e ignorar a ciencia cierta que es el Covid -19; los tacos de bistec y carnitas bien valen el riesgo.

EPÍLOGO: Vuelvo a Tlaxcala desconcertado, con ganas de aventarle el cubrebocas 3M al Secretario de salud y espetarle: “Los muertos que vos mataís, gozan de cabal salud

 

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