Cientos de familias, especialmente algunas que desde hace varios años emigraron de la sierra poblana, junto con algunas de rancherías del interior del estado siguen viviendo severas condiciones de pobreza hoy en Tlaxcala, situación que no solo afecta a poblaciones rurales, incluye a grupos de personas que habitan en casas paupérrimas alrededor de la capital como Acxotla del río, Ocotelulco, Tepecticpac, Chimalpa, Los Reyes Quiahuixtlán (Señoríos precolombinos, por cierto), por citar algunos puntos. Tal marginación ataca de manera cruenta a los sectores más vulnerables como son las mujeres, sus hijos en edad escolar y personas de edad avanzada.
Estos últimos tres meses, desde la entrada en vigor de la contingencia sanitaria por Covid- 19, se agravaron los precarios mecanismos de subsistencia de estos grupos perfectamente ubicados por las organizaciones y partidos, ya que constituyen un sector cautivo, un capital político que se disputan fieramente con promesas de ayudas y programas para rescatarles de la marginación en tiempos electorales: son, al fin votos útiles.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social –CENEVAL- reportó en el presente año cifras alarmantes acerca de la elevada evolución de la pobreza en México.
Los indicadores van en aumento, al incrementarse de 49,5 millones de personas en pobreza, a 52,4 millones, entre los años 2008 y 2018 lo que hace evidente la necesidad de políticas más eficientes para combatir este cáncer social en la que la clase gobernante al menos durante los últimos 24 años logró niveles de enriquecimiento escandalosos, comparables a los de los más grandes dictadores de la historia universal.
En Tlaxcala, la pobreza extrema registró niveles un poco más alentadores pues de acuerdo con la Coneval la población afectada por este flagelo, pasó del 44,4 % al 42,1 % entre los años 2008 y 20018. Por ello es necesario que los programas tendientes a favorecer a los sectores sociales más necesitados que actualmente sobreviven, sean aplicados sin prácticas de corrupción carentes del enfoque clientelista que induzca de modo subliminal a la filiación partidista.
En la capital del estado, desde muy temprano es común la presencia de un amplio sector que subsiste de la informalidad, actividad que debido a la emergencia sanitaria las autoridades les han impuesto la prohibición para ejercer sus actividades de comercio; existe otro sector integrado en su mayoría por mujeres que a diario salen de sus hogares para emplearse en actividades que van desde ayudar en comercios establecidos en los mercados, como también para ser explotadas vendiendo artículos y alimentos como tamales, tacos, tortas o bebidas; otras más en labores tan extenuantes como ayudantes en tortillerías recibiendo salarios ínfimos y sin ningún tipo de prestaciones mientras la clase en el poder se disputa rabiosamente el derecho a una vida de lujos y excesos. Algo NO está funcionando cuando por doquier se palpan desigualdades sociales.
El objeto del presente texto no es criticar a los gobernantes con una intención maligna; algunos aún creemos que la Constitución permite a todo mexicano el derecho de analizar su conciencia y tomarse la libertad de publicar sus observaciones, si tiene la convicción de que estas, desagradables o no, serán provechosas a los aludidos, haciéndoles comprender que llevan en su interior apetitos misteriosos, concupiscentes que, de no ser advertidos a tiempo, son capaces de frustrar sus carreras políticas. Los hombres no acostumbrados a la crítica creen que todo lo que no es elogio (en boletines chayoteros) va en contra de ellos, cuando muchas veces elogiarlos es la manera más segura de ir en contra de ellos, de causarles daño inflando su enfermizo ego.